Estas zonas desempeñan un papel muy importante para mantener el equilibrio biológico. La diversidad de su estructura y especies son un hábitat para animales muy valiosos para la protección, como las abejas salvajes, los saltamontes de alas azules o el lagarto ágil. Algunas plantas como las orquídeas o la pulsatilla también encuentran su nicho ecológico en estos sitios extremos. Dada su tolerancia a las condiciones de sequedad y escasez de nutrientes, son capaces de conquistar un hábitat inaccesible para otras plantas. Los seres humanos también se benefician de las hierbas (medicinales) que crecen en estas zonas, como por ejemplo la árnica.